Vacunación contra el Parvovirus canino: Aspectos epidemiológicos actuales a considerar.

 

La enteritis por parvovirus canino tipo 2 (CPV-2) es una de las causas más comunes de morbilidad y mortalidad en perros jóvenes de todo el mundo (Mylonakis, 2016).




El parvovirus canino pertenece al género Protoparvovirus, familia Parvoviridae, y es un virus de ADN monocatenario que infecta células que se dividen rápidamente (Fase S) del tracto gastrointestinal, médula ósea, tejido linfoide y miocitos cardíacos (Goddard, 2010).

Las nuevas cepas de CPV-2 son particularmente sólidas en sus estrategias de infección, ya que pueden infectar a otros huéspedes mamíferos distintos de los perros domésticos, son ubicuas en el medio ambiente y pueden permanecer viables e infectantes durante más de 1 año en condiciones favorables (Mylonakis, 2016; Sykes, 2014).

La exposición y la infección oro nasal se produce en perros sin protección o mal inmunizados a través de la ingestión del CPV-2 excretado en el vómito y/o principalmente en las heces de los animales infectados (Goddard, 2010).

Después de la exposición del animal al ambiente contaminado, existe un período de incubación que puede oscilar entre 4 y 14 días, pero la diseminación fecal del virus suele preceder varios días a la aparición de los signos clínicos habituales de la enfermedad (Decaro, 2005; McCaw, 2006).

Las infecciones preclínicas o subclínicas de perros domésticos que excretan el virus en sus heces, pueden representar una fuente potencialmente significativa de infección para otros animales susceptibles, particularmente en condiciones insalubres o de hacinamiento, como pueden darse en algunos refugios caninos o establecimientos de cría del tipo factoría (Puppy Mills) (Tupler, 2012).

Los perros de cualquier edad y raza pueden infectarse con el parvovirus, pero los cachorros de entre 6 y 16 semanas parecen ser los más susceptibles (Mylonakis, 2016).

El único método efectivo para prevenir la infección es mantener aislados a los cachorros de una posible exposición al Parvovirus. Para lograr esto, es de suma importancia la "educación del cliente" responsable del animal, lo que contribuirá a evitar que los animales tomen contacto con potenciales fuentes contaminadas, hasta que hayan recibido su serie inicial completa de vacunas. 

Es necesario señalar que los perros adultos adecuadamente vacunados y con heces normales, aún pueden eliminar al parvovirus por materia fecal y representar una fuente potencial de infección (Mazzaferro, 2020).

Además de las estrictas medidas de higiene y bioseguridad orientadas a evitar la exposición del animal susceptible, el método más práctico y adecuado para prevenir la infección y la enfermedad producida por el parvovirus canino, es a través de la inoculación cuidadosa y estratégica de una serie de vacunaciones que logre desarrollar una respuesta inmune efectiva y protectora.

Las vacunas elaboradas con parvovirus vivos atenuados son seguras y proporcionan inmunidad protectora cuando se administran en los intervalos apropiados (Buonavoglia, 2001; Day, 2010).

La vacunación con productos atenuados, representa el método principal para prevenir la enfermedad en los animales individuales y dependiendo de la cantidad total de perros vacunados, puede colaborar en la reducción de la circulación viral y por ende de los casos clínicos de enfermedad, mediante el aumento de la inmunidad a nivel poblacional (Carter, 1987).

En los animales jóvenes, los anticuerpos de origen materno (pasivos) pueden interferir con la producción de anticuerpos (activos) protectores inducidos por la vacunación (Pollock, 1988), este escenario se produce habitualmente entre los 49 y 69 días de edad (Mazzaferro, 2020).

Los expertos coinciden en que una de las principales causas de fracasos en la vacunación, es la administración de la última dosis de la vacuna del esquema inicial a cachorros menores de 16 semanas, o sea cuando todavía los anticuerpos maternos pueden interferir con el desarrollo de la inmunidad (Woolford, 2017; Altman, 2017).

Existen otras causas que pueden estar asociadas con el fracaso de la vacunación más allá de los factores propiamente relacionados con la vacuna (cepa; errores de almacenamiento y administración).

Estas causas son variadas e incluyen condiciones de desafío de animales con alta carga viral ambiental (Rika-Heke, 2015), diversidad antigénica del virus, infecciones entéricas parasitarias y bacterianas concomitantes (Coyne, 2015; O’Sullivan, 1984), particularidades de raza (Houston, 1996), animales no respondedores genéticos (Kennedy, 2007) e incompetencia inmunitaria (Wiedermann, 2016).

Las vacunas no siempre tendrán la capacidad de inducir respuestas inmunes sólidas que puedan prevenir todas las infecciones, pero deberían ser suficientes para lograr minimizar la enfermedad clínica en pacientes inmunocompetentes dentro de un entorno de baja exposición al virus (Yip, 2020).

Las pautas actuales de vacunación recomiendan la aplicación de vacunas infectantes (vivas) atenuadas de alto título y bajo pasaje, comenzando por lo general a las 6 semanas de edad y colocando a continuación dosis adicionales de vacunas cada 3 a 4 semanas hasta las 16 semanas de edad. 

Para el caso de perros con un riesgo de exposición significativamente mayor, como por ejemplo animales de refugio o que viven en zonas con alta circulación viral (omnipresentes en Latinoamérica), se recomienda comenzar la vacunación a partir de la 4º semana de vida y extender el esquema inicial hasta colocar una última dosis de vacuna a las 18 a 20 semanas (DeCramer, 2011; AAHA, 2017).

Por lo tanto, la estrategia de protección y el diseño del mejor esquema de vacunaciones que sirva para prevenir la Parvovirosis en  la mayoría de los cachorros, siempre debe estar en manos del médico veterinario conocedor de las características epidemiológicas de la zona en donde vive cada animal.

Es muy importante que los tutores de perros cumplan con las fechas de vacunaciones establecidas por el médico veterinario, pues el inicio, los intervalos y la finalización del plan inicial de inmunizaciones, representan las claves para obtener la protección de los cachorros frente a esta grave enfermedad, que produce gran sufrimiento a los caninos de la región latinoamericana y muertes que pueden evitarse.

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